Hace cinco años, hablar de cambio climático era ser catastrofista. Hace dos, las manecillas del Reloj del Apocalipsis creado por el Boletín de Científicos Atómicos, marcaban las 23:58, a tan solo dos minutos del final, que es lo más cerca que el reloj había estado de la medianoche en sus 73 años de historia. A día de hoy marcan 100 segundos y la conversación está más candente que nunca (y nunca mejor dicho). En lo poco que llevamos de año, hemos vivido ya por lo menos dos catástrofes naturales de gran calibre: los incendios de Australia, que desgraciadamente aún siguen destrozando el país y la borrasca Gloria en España, que ha destruido buena parte de la costa levantina y la mediterránea.
La emergencia climática es algo real, y desgraciadamente se ha convertido en un elemento más en nuestras vidas. Tanto, que desde hace relativamente poco ha surgido un nuevo cuadro psicológico denominado la ‘eco-ansiedad’. Acuñado en un primer momento por un grupo de expertos e investigadores, el trastorno ha sido descrito por la Asociación Estadounidense de Psicología como ‘un miedo crónico a la fatalidad ambiental’. Según una encuesta reciente, es un trastorno que casi las tres cuartas partes de los millennials padecen hasta cierto punto después de leer o escuchar ciertas noticias.
Para los que no estéis demasiado familiarizados con el término de ‘ansiedad’, la ansiedad es la emoción que surge cuando una persona se siente en peligro, ya sea real o imaginario. Es una respuesta que prepara al cuerpo para reaccionar ante una situación de emergencia. Por lo general, la ansiedad se adelanta a situaciones que no han ocurrido y hace que la persona sienta todos los síntomas asociados a una situación de peligro sin que el peligro llegue a manifestarse. El problema con la ansiedad ecológica es que el peligro desgraciadamente sí que es real pero no inmediato, lo cual hace que la persona sienta una gran impotencia frente al no saber y a la magnitud del problema.
Así lo explica Fernando Vallespín en un artículo escrito para El País:
“ Lo estremecedor de los desastres ecológicos es que no acaban de dar la cara, es decir, que son ‘catástrofes sin acontecimiento’. Contrariamente al impacto de un meteorito, un estallido nuclear o erupciones volcánicas masivas, la devastación ecológica, por mucho que ya sea bien perceptible, no puede reconducirse a un suceso específico. ¿Alguien sabe, por ejemplo, cuál va a ser el efecto a largo plazo de los microplásticos? Sólo sabemos que en algún lugar del tiempo habrá un punto de inflexión a partir del cual ya no hay retorno”.
Y ese es el problema. Ese amenazante punto de inflexión que ni sabemos cuándo va a llegar, cómo, ni si va a llegar.
La eco-ansiedad se puede manifestar de dos maneras según el individuo: puede presentarse o bien como resultado de una catástrofe natural inminente, o bien, a escala más global, puede manifestarse como un sentimiento de ansiedad a raíz de los constantes cambios climáticos que está experimentando nuestro planeta (cambio de temperaturas, elevación del nivel del mar, etc). Los síntomas son muy parecidos a los de otros tipos de ansiedad: estrés, dificultad para respirar, ataques de pánico, pensamientos obsesivos, insomnio, falta de apetito y un largo etcétera que varía de persona en persona. Los síntomas pueden ser leves o graves, pero lo importante es saber qué podemos hacer para paliarlos. A continuación, te compartimos unos consejos que quizás pueden ayudarte la próxima vez que te sientas abrumado y derrotado por el cambio climático:
No cargues el mundo a tus espaldas
A veces nos ponemos a leer artículos y artículos en Internet y nos agobiamos sólo de ver la cantidad de frentes que hay abiertos. Te recomendamos que identifiques un problema ambiental que sea especialmente importante para ti y trates de hacer algo por mejorar ese problema concreto.
Escribe tus preocupaciones en una libreta
Escribir ayuda a desahogarse y a ordenar los pensamientos. A veces la ansiedad se da por un exceso de inputs y de información que baila sin sentido en nuestro cerebro. Escribir ayuda a focalizar los pensamientos y darles una vía de escape. Meditar también puede ayudarte a centrarte en el presente, a anclarte y a frenar esos pensamientos negativos que te vienen.
Únete a acciones comunitarias
O reúnete con tus amigos para hacer algo concreto por el medioambiente. Puedes ir a limpiar playas, parques, las calles… Llévate bolsas y empieza a recoger toda la basura que veas por delante. Te ayudará a sentir que estás haciendo algo y a salir de tu cabeza. Centrarse en los problemas de la comunidad puede ayudarte a sentirte más en control de tu entorno ambiental.
Menos leer y más respirar
Está bien estar informado y atento a lo que pasa en el mundo, pero pasarse puede conllevar a acabar leyendo información falsa y a alimentar tu estado de ansiedad. A veces nos centramos tanto en lo malo, que nos olvidamos de apreciar lo que tenemos. Date una vuelta por un bosque, organiza una excursión y conecta con la naturaleza. Aunque a veces no lo parezca, te prometemos que no todo es malo.